WAES THU HAEL
Historias del lejano Norte
En la mañana del 15 de diciembre se daban cita en Daimiel un importante número de valientes participantes, en la que era la última jornada de la competida campaña de nuestra era.
No hacía el frío de otras ocasiones, ni la niebla ocultó el escenario bélico haciendo invisibles a los adversarios como antaño, ni tampoco la lluvia hizo acto de presencia. Tan solo un ligero aire durante el desarrollo de la contienda incomodó levemente a los que acudieron a la llamada a tan gloriosa batalla, a la que llegó a asomarse la diosa Sól para ser también testigo que diera fe de la asistencia de los que fueron a luchar a muerte o de aquellos que cuya única intención era participar en esa gran gesta, y alcanzar de un modo u otro la gloria en el Valhalla o en el Fólkvangr.
Todo estaba preparado, las armas en ristre esperando la señal que diera comienzo a la refriega, los cuerpos untados con los ungüentos para vigorizar los músculos y protegerlos de daños, y cuyos efluvios impregnaban el ambiente con el inconfundible olor habitual del campo de batalla. El sonido del trueno desencadenó la estampida, comenzaba la lucha contra los adversarios y contra sí mismo, venciendo miedos y temores propios, evitando tropiezos en los empujones del inicio o escapando a trampas en el terreno, pero siempre con honor y sin emplear malas artes a las que a menudo recurren integrantes de un fanático clan atajando por el “Bosque Sagrado” al que tienen prohibido el paso los guerreros.
Los lugareños y gentes que habían acudido a presenciar el acontecimiento, que fueron muy numerosos por la favorable climatología, jaleaban y vitoreaban al paso de los esforzados competidores. Los tambores y timbales, las caracolas y cuernos, sonaban sin cesar estimulando el instinto competitivo en los bravos luchadores. En lugares emblemáticos del pueblo, como la plaza del árbol milenario Yggdrasil, se pudieron presenciar algunos de los momentos épicos.
Aunque algunos efectivos del temido ejército de Quinto Aliento acudían a tierras lejanas de Málaga y Barcelona para guerrear, la gran “Marea Roja” inundó las calles de la localidad manchega tiñéndolas con el color de sus escudos y su estandarte, rojos como la sangre y el fuego que extienden allí por donde van, atemorizando a sus contendientes como si fueran el mismísimo Odím lanzando poderosos rayos. No faltaron a la cita los Aesir y los Vanir, los fieros Einherjer, las Nornas y las Valquirias, ni los gigantes Jotuns, ni tampoco los Elfos; hasta las Bestias conocidas como “Hijos del Metal” acudieron con sus hachas y sus melenas al viento en ayuda de la Hermandad.
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Nuestros más aguerridos soldados lucharon como habitualmente lo hacen, con toda su energía en el combate cuerpo a cuerpo y sin dar un momento de tregua a sus contrarios. Recuperado del percance que tuvo hace meses cuando fue derribado por un anciano hechicero mientras se ejercitaba a lomos de su montura, nuestro compañero Pablo Sosa tuvo una brillante participación. Manuel Cortés se mantuvo en su línea y vino a confirmar por qué es líder de su categoría. Carlos Emilio lo volvió a dar todo pese a llegar con el cuerpo demasiado castigado por su MMP en la Quixote Maratón y correr lesionado a las seis semanas la Maratón de Valencia con una nueva MMP. También consiguieron grandes resultados Miguel, el bravo cántabro, y el incombustible Antonio Ortega. Y resurgiendo de sus cenizas, Nico revivió tiempos pasados y castigó a sus rivales dejando un reguero de cadáveres a su paso. Siendo destacable también el regreso de Abdón tras dos años alejado de las batallas.
En cuanto a nuestras valientes guerreras, hay que elogiar su entrega y capacidad de lucha. Nuria volvió a ser laureada una vez más, dando muestra de su valor. Ana peleó con furia como es habitual en ella. Nuestra compañera Prado destacó entre sus más directas rivales. Y la veterana Silve consiguió con mucho mérito su objetivo. Buen rendimiento en general de todas las demás componentes de nuestro glorioso Club.
La nota negativa fue la retirada del narrador de esta epopeya, en un día en que los astros fueron desfavorables. A pesar de las ganas y confiar en la mágica protección de los amuletos de los Dioses del Metal, tristemente hubo que abandonar las armas en los albores de la batalla, pero la venganza está jurada.
Se ponía así fin a la campaña anual. Llegaba el tiempo de recuperar las fuerzas y dar descanso a los cuerpos para sanar las heridas y curar lesiones, de compartir momentos con familiares o amigos, y poder así afrontar con energías renovadas la próxima temporada de batallas, que promete ser muy disputada.
Y qué mejor forma de festejarlo que con una Comida de Hermandad, en la quedó patente la armonía que reina en la Gran Familia que es el Club Quinto Aliento. Deliciosos manjares fueron servidos acompañados de gran cantidad de hidromiel, y cuando se repartían galardones en reconocimiento a los méritos realizados se unieron más compañeros, entre ellos algunos de los que habían luchado en tierras malagueñas. La celebración se prolongó hasta la noche con música y frenéticas danzas tribales, hechos que fueron recogidos en las Runas y pasarán a la posteridad, aunque algunos no puedan recordarlo porque fueron heridos de tal manera que parecía que el poderoso Thor les hubiera golpeado con su pesado martillo Mjölner, pero eso forma parte de otra historia….
José Luis Abad “FOZZIE”